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A finales de los noventa me gustaba la fotografía, influenciado por la estética en blanco y negro saturado de las portadas de bandas hardcore como Discharge y Crass (entre otras), empecé a experimentar con carretes de infrarrojo y fotocopiadoras antiguas. Fue entonces que me di cuenta, de lo que realmente me interesaba era pintar con la cámara, una especie de Photoshop analógico.

Después de varios experimentos logré algo, las imágenes que creaba tenían un gran impacto visual, el tipo de foto que no necesitas mucho tiempo de análisis, al igual que una canción de Discharge, el mensaje se transmitía de manera directa y cruda. Siguiendo las influencias de Crass y toda la militancia de Gee Vauchen en sus procesos artísticos de guerrilla urbana, entendí que el fin de mis obras era la calle y no las galerías, empecé a encolar mis fotos por las calles de Barcelona.

La obra funcionó muy bien y tuvo repercusión inmediata, estaba siendo pionero del Paste Up en Barcelona sin saberlo. Todo este proceso hizo que me enamorara de crear arte en espacio público, pronto sucumbí a los sprays y empecé a desarrollar un estilo propio en los muros y persianas.

Desde el principio no fui un artista nativo del graffiti, esto me alejaba del Wild Style, del Hip Hop y de toda la estética de New York. En aquel entonces estaba sumergido en mis estudios con los enteógenos y acababa de conocer a Terence McKenna, recién empezaba a conocer las teorías de conspiración y el IDM estaba en su momento álgido. Realmente el siglo XXI comenzó a tope, un preludio de lo que vendría a ser la era digital e Internet.

Gozaba de una libertad indescriptible, fue la última década en que se podía vivir barato en Barcelona, había cambiado las fotografías por pintura y los sprays costaban muy poco. 

Desde un inicio me interesó la geometría, y en el street art me fijaba en los tags, entonces junté el tag, los jeroglíficos y el futurismo para desarrollar una especie de meta graffiti, sí escribía, pero con lenguajes encriptados. La estética era muy potente, pero extraña a la vez, en un principio nadie entendió nada, me convertí en un enigma.

Por aquel entonces me mudé a Bilbao y allí di rienda suelta a los lenguajes encriptados, el simbolismo e incluso hice una serie de intervenciones con el Braille. Volví al Paste Up pero con una nueva estética y un nuevo nombre artístico.

Empecé a pintar compulsivamente, posters y adhesivos marcaban las ciudades y en el primer año hice una gira que me llevó a Barcelona, Bilbao, Córdoba y Sevilla esparciendo mi arte. Fueron días intensos y salvajes, pintar alegal es una aventura deliciosa.

A través de los murales empecé a exponer en galerías y museos, pintaba mis cuadros en maderas que encontraba por la calle, y así, entre murales, expos, viajes y un montón de aventuras transcurrieron cuatro intensos años.

Después de años de street art me di cuenta que quería experimentar cosas nuevas y a la vez el arte urbano se profesionalizaba a un ritmo de vértigo. Llegó el momento que la propia obra me llevó a otra parte. Por un lado, mis murales fueron ganando dimensión, estructura y un nuevo lenguaje más amplio hasta que ya no lo consideré arte urbano, más bien muralismo. Y mis cuadros encontraron en el arte abstracto el lenguaje adecuado.

La vida cambia y a veces da vértigo mirar atrás, pasaron tantas cosas… Lo cierto es que cada etapa es maestra.