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Hace nueve años adopté la vida nómada. Vivo en tres o cuatro ciudades al año y visito entre diez y doce para pintar murales. Estoy muy agradecido, pues en estos nueve años pinté 116 murales en 87 ciudades distintas y conocí varios países. Con ello logré tener la posibilidad de viajar y aprender un montón de cosas, pero, a la vez, limitó un poco mi labor de estudio.

A veces me imagino cuánto tiempo pasé en andenes o aeropuertos, cuántas horas de trayecto que, sumándolas, serían días. En estos casos, la lectura es un buen aliado. Me encanta estudiar y leí cientos de artículos en mis horas de espera.

Me acostumbré a ser un forastero, siempre llegando, siempre partiendo. El universo emocional que desarrollas en esta condición es algo contradictorio, una enorme soledad y, a la par, una libertad indescriptible. No tener dónde volver moldea tu carácter.

Mi labor pictórica la logré realizar entre viajes, improvisando estudios allá donde estuviera. Pero, aún así, no era suficiente: las emociones son muy inspiradoras y no aprovecharlas para pintar me parecía un desperdicio enorme. Digo esto porque, en un mundo cada vez más polarizado y endogámico, ser nómada es tabú. Cuando le cuentas a la gente que vives viajando, que no tienes cosas materiales y propones la impermanencia, se genera la distancia de la no pertenencia.

A través de estas experiencias logré encontrar la manera de crear en movimiento, y, como de costumbre, la serendipia vino a mi auxilio. Sin grandes conocimientos de Photoshop y sin el equipamiento adecuado, empecé a jugar con las posibilidades tecnológicas que tenía a mi alcance para desarrollar lo que yo llamo pintura digital. Lo llamo así porque, aunque use la tecnología para crear, el resultado es muy plástico.

«Metafísicos» es la síntesis de mis experimentos con la tecnología, diez series gráficas (444 obras en total) que narran mis andanzas. Creo que son muy simbólicas y exactas con lo que os cuento. El título «Metafísicos» se refiere a que durante mis viajes llevé a cabo asiduamente alteraciones de consciencia en distintos enclaves naturales. La suma de lo aprendido en el campo ordinario de la vida común y lo del campo astral de los experimentos con enteógenos se reflejan en esta extensa obra.

Ha sido una experiencia muy interesante. No pretendo crear con tecnología porque me encanta obrar con las manos, adoro los pinceles y rodillos, el acto físico de la pintura, sin pantallas. Creo que «Metafísicos» es muy simétrico a mis experimentos sonoros, ambas obras narran a la perfección lugares interiores y exteriores por donde caminé en busca de una puerta, quién sabe inexistente, utopía y luz.

Mi vida nómada está a punto de acabar. Aún no sé donde, lo que está claro es que la escuela de la carretera me formó y es hora de vivir nuevas experiencias, quizás la pertenencia. Aún no sé lo que va a pasar. Queda esta serie de imágenes como un álbum abstracto de viaje.